8/7/10

En oído de todos

En ocasiones, leo cosas.

En ocasiones menos frecuentes, leo cosas musicales. Siempre, versan estas sobre el éxito; rotundo o relativo, pero universal, ya nunca local.

Leo lo que escribe un icono (inter)nacional sobre un icono global.

Leo sobre un grupo inglés “auto-prefabricado” que antes de editar un solo disco arrasó en Grecia y más acá: Hurts se ha hecho a sí mismo, reinterpretando las normas de la mercadotecnia y aspirando al consumo masivo.

+ Hurts, Wonderful Life



Y me pregunto: ¿os gusta?, ¿y qué hace que a todos nos guste lo mismo?, ¿talento y marketing, aderezados con una buena imagen, aseguran el éxito?, ¿hay receta infalible? Hurts parece tenerla.

Y me digo: solo sé que no sé nada, que a todos nos disgusta lo mismo, que el talento sin marketing no llega lejos y el marketing sin talento se hunde rápido, que éxito no es lo mismo que excelencia, que todas las fórmulas musicales son irreproducibles y que si no, estaría abanicándome en las Bahamas.

Y concluyo: el éxito fascina, a veces hasta la aversión, y por eso éxito llama a éxito.

2 comentarios:

I. dijo...

Hay quien sabe cómo triunfar. Lo que no sé es por qué no lo hacen.

I. dijo...

El gran Vicente Verdú tiene una tesis de su talla a cuento de esto del éxito: "Una exposición de Sorolla en el Museo del Prado atrae hasta medio millón de visitantes porque, además de ser excepcional, su excepcionalidad se agiganta en las noticias para millones de receptores. Sorolla, como Shakira, se hacen grandes al mediatizarse en estas cámaras de recauchutado. Ni el amor por la pintura, ni el amor por la música ni las gestiones del ministerio serán más eficientes que el contagioso virus iformativo que difunde la televisión y los otros medios. (...) Lo realmente atractivo en la última gran exposición de Sorolla (o de Tiziano, fíjense) en El Prado no radicaba en el hermoso poder de sus pinturas sino en el hegemónico poder de la cola. Todo lo que tiene cola goza de simbólica solemnidad, sea en las bodas o en las visitas al museo. (...) Cualquiera podría pasear tranquilamente por el Museo Casa Sorolla de Madrid a lo largo de los 365 días del año. Si no lo hacen obedece a que la soledad deprime o devalúa mientras la concurrencia expande".